Calera de las Huérfanas

También conocida como «Estancia de Belén» o la «Estancia del Río de la Vacas», la Calera de las Huérfanas fue declarada Patrimonio Jesuítico y Monumento Histórico Nacional de Uruguay.

Además de ser una importante fuente de cal, también se dedicó a diversas actividades ganaderas y agrícolas, como la introducción de 1.500 cepas de vid, hasta entonces eran inexistentes en suelo uruguayo. El conjunto, integrado por la iglesia, los vestigios del casco de la estancia, los hornos de cal y el parque nativo circundante, cuenta con un centro de interpretación de imprescindible visita.

Cuando la visites, pregunta a los lugareños por las leyendas que envuelven de misterio este lugar, donde dicen que la «Virgen de Belén» regresaba por las noches a su vieja capilla cuando fue trasladada a Carmelo.

La Calera de las Huérfanas se encuentra en el departamento de Colonia, a 13 kilómetros al sur de Carmelo. El horario de visita es de miércoles a domingo, de 14.00 a 18:00 horas.

Más información en: https://uruguaynatural.com/index.php/que-hacer/campo-y-naturaleza/tras-la-huella-jesuitica

Nuestra Señora de Loreto

La misión jesuítica guaraní de Nuestra Señora de Loreto fue fundada en 1610 por los Padres José Cataldino y Simón Masseta, en el Guayrá, en la ribera izquierda del río Pirapó. Después de algunos asientos provisorios, se estableció en 1686 en el lugar donde hoy quedan sus ruinas.

Durante el período jesuítico la reducción de Loreto fue un centro de peregrinación para el pueblo guaraní-misionero. En la reducción se hallaba una vía procesional que vinculaba la Capilla de la Virgen de Loreto, ubicada a las afueras del pueblo, la tumba del P. Antonio Ruiz de Montoya, cuyos restos eran venerados en el templo y la Capilla del Monte del Calvario que se ubicaba en a 1.300 metros en el extremo opuesto a la Capilla de la Virgen.

La Capilla de Loreto poseía un campanario y una “lámpara pequeña”, según referencias del inventario realizado en 1768. La presencia de columnas de piedra y la misma gradería de la capilla indican que la construcción aún estaba en remodelación en el año 1749, y probablemente toda la obra date de fines de la primera mitad del siglo XVIII, momentos en que se produjo la mayor renovación arquitectónica en la reducción de Loreto.

La presencia de un amplio espacio abierto, o plazuela, delimitada por la Capilla, el cotiguazú y las tiras de viviendas, denotan la significación ceremonial del sector. A esto se suma la considerable elevación de la plataforma sobre la que se construyó la edificación, instalada sobre el inicio de una calle que en línea recta se dirige hacia el templo, la plaza y el frente de la residencia, culminando en la capilla del Monte del Calvario, ubicada a 1.300 metros  de la Capilla de la Virgen.

La Capilla de la Virgen no constituía un hecho arquitectónico aislado. Era parte componente de un complejo religioso integrado por tres ámbitos que se integraban en una lineal vía procesional. Esta vía estaba compuesta por la Capilla de la Virgen, el Templo, sitio donde reposaban los restos del Padre Montoya, y la Capilla del Monte del Calvario, punto culminante de la vía procesional, especialmente durante la Semana Santa. Mucho influyó en esto seguramente las indulgencias plenarias concedidas por Roma para la Capilla de la Virgen y el Templo de Loreto.

La Vía Procesional se mantiene como una experiencia vivencial en el conjunto guaraní jesuítico de Loreto, siendo recreada por peregrinos todos los años durante el Viernes Santo.

Aldeas Guarani

La presencia nativa en el Estado de Rio Grande do Sul cuenta con más de ocho mil años de historia y los de la Nación Guarani cerca de 2.500 años; ésta, dividida en Nendeva, Kaiovás y Mbyas. Estos últimos son lo que actualmente viven en aldeas por toda la región.

Visitar una aldea Guarani es sumergirse miles de años en la antropología formativa de América Latina, conocer sus costumbres, su forma de ser y de vivir, poder comprar su artesanía o recorrer un sendero impregnado den los componentes de esas aldeas.

Escuchar el canto de sus coros es otra experiencia inolvidable, pues se trata de voces increíbles que acercan sus cantos milenarios hasta nuestros días.

En las visitas a las aldeas Guarani siempre está presenta una cierta espiritualidad ancestral. Una energía inigualable forma parte del escenario de estas visitas. Ver a los niños y niñas en sus juegos, el modo en que trabajan sus cultivos y su producción artesanal, todo ello forma parte del encanto de esta experiencia.

No deje de conocer dos de las aldeas que pueden ser visitadas en la región: la de São Miguel das Missões, que se encuentra cerca del centro urbano, y la de Santo Ângelo, que se localiza en el distrito Buriti, a unos 20 Km. del centro de la ciudad.

Más información: Operadora Caminho das Missões

San José de Chiquitos

La misión jesuítica de San José de Chiquitos se encuentra en el departamento de Santa Cruz, en la zona oriental de Bolivia. Constituye una joya singular de la arquitectura jesuítica. Su iglesia fue declarada Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

La Misión fue construida en tres fases con materiales de la región, principalmente maderas y rocas que fueron talladas a mano por más de 5.000 personas. La fachada principal constituye un armonioso conjunto compuesto por las fachadas de la capilla mortuoria, la iglesia, el campanario y la bóveda.

Misión de San Rafael de Velasco

La Misión Jesuítica de San Rafael de Velasco fue construida entre 1745 y 1749. Se encuentra en el departamento de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.

El templo conserva valiosas piezas de pinturas en lienzo, muebles tallados en madera incrustados a las paredes del templo, detalles revestidos con mica plateada, enchapados en mica rosa. A diferencia de otras iglesias jesuíticas, el techo fue restaurado utilizando caña y madera, tal cual fue construido originalmente. El año 1990 fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

Misión de San Miguel de Velasco

La misión de San Miguel de Velasco fue fundada el 1721. Se caracteriza por sus pinturas, vitrales y las columnas torneadas talladas en madera y decoradas con motivos propios del estilo Barroco mestizo.

La población local aún mantiene sus tradiciones y preserva su cultura. San Miguel de Velasco es una de las misiones más reconocidas en la región por el trabajo del tallado en madera.

Misión de Santa Ana de Velasco

La iglesia Jesuita de Santa Ana de Velasco fue una de las últimas misiones en la Chiquitanía.  La iglesia se encuentra rodeada de construcciones sencillas tal como en la época de los jesuitas. Es una de las pocas misiones que conserva una parte importante de la antigua estructura del pueblo misional.

La fiesta más celebrada es Semana Santa, en la que es posible ver procesiones religiosas rodeadas de flores, plantas típicas y arcos de palma.

En la localidad, además de la iglesia, también se puede visitar el Museo Chiquitano, donde se exhiben piezas y utensilios propios de la época misional de Santa Ana.

Templo Jesuita de la Inmaculada Concepción

Conocida también como «Misión Jesuítica de Chiquitos de Concepción» es considerado un legado de la cultura viva de los Jesuitas, y de las pocas misiones jesuíticas que no fueron destruidas después de su expulsión.

La arquitectura tiene un estilo barroco y destaca el uso de materiales naturales del lugar como la madera. En su interior destacan los altares restaurados, los murales originales, el altar tallado en madera, con detalles cubiertos con láminas de oro. Es considerada como una joya en la región y contemplarla al atardecer es una experiencia inolvidable.

Más información sobre las Misiones de la Chiquitanía: https://planmisiones.org/

Misión de San Francisco Javier

Iglesia Misional Jesuita de San Javier fue construida entre 1749 y 1752 por los jesuitas en la provincia de Chiquitos, del departamento de Santa Cruz en Bolivia. Una de las edificaciones más antiguas de esta región.

Su arquitectura se destaca por su campanario y por el tallado de las columnas en madera con estilo barroco típico de la cultura Chiquitana.  El templo está compuesto por tres naves, con techo simple de madera. Está sostenido por columnas salomónicas de madera labrada. Tanto las puertas como las columnas fueron talladas en cuchi, una madera muy dura, resistente y típica de la zona. Los colores usados en la fachada se caracterizan por tonos tierra.

Ruinas de San Ignacio Miní

La misión jesuítica de San Ignacio Miní se fundó en 1610 por los Padres José Cataldino y Simón Masseta en la rivera izquierda del río Paranápanema con el objetivo de evangelizar a los nativos guaraníes. En 1696 después de algunos asientos provisionales, se establece donde hoy se aprecian los valiosos restos de sus ruinas jesuíticas, en una pequeña reserva fiscal, rodeada por el trazado urbano de la moderna ciudad de San Ignacio, en la provincia argentina de Misiones.

Es la más completa de todas las misiones jesuíticas conservadas en, lo que es hoy, la Provincia de Misiones. El monumento está totalmente cercado y resguardado. Estos restos han sido reconstruidos durante el período 1940-1950.

Prácticamente todo el conjunto urbano estuvo construido en roca arenisca rosada y en menor medida en roca itacurú. Los trabajos de restauración que se ejecutaron en el sitio permiten que podamos apreciar con exactitud lo que fuera la trama urbana de la reducción jesuítica. El templo, la residencia o colegio, los talleres y las viviendas indígenas pueden ser apreciadas en todos sus aspectos funcionales, lográndose una idea acabada de lo que implicaba la vida cotidiana en una reducción jesuítica.

La fachada del templo, los portales de los accesos laterales al templo y el pórtico de la sacristía constituyen obras únicas del barroco misionero-guaraní. Se trata de componentes, junto con la residencia o colegio con sus pisos y corredores y escalinatas originales, que distinguen a San Ignacio Miní y la hacen única en el contexto de los demás conjuntos jesuíticos.

La distancia que separa San Ignacio de Posadas, la capital de la provincia de Misiones, es de unos 60 km. y se puede acceder fácilmente por carretera.